Escuchar a través de la piel

14.04.2011 18:24

Escuchar a través de la piel

Tomado de www.acusticaweb.com

Un grupo de científicos descubrió una nueva función en la piel humana, además de ejercer de barrera protectora del organismo frente al entorno y de contribuir al mantenimiento íntegro de sus estructuras, la de actuar como un "segundo oído" capaz de recibir sonidos a través de las corrientes de aire.

 

En una investigación, realizada por científicos de la Universidad de British Columbia y el comité de expertos en investigaciones del habla de los Laboratorios Haskins en New Haven, Connecticut, se ha descubierto que pueden influir en lo que se escucha al aplicar ráfagas de aire en el dorso de la mano o en el cuello.

Una persona "oye" a través de la piel las pequeñas e inaudibles corrientes de aire creadas por su interlocutor al hablar, a pesar de que éstas pasan desapercibidas para el oído. Son las sílabas aspiradas (por ejemplo "pa" y "ta") las que crean esas corrientes de aire que llegan a la superficie cutánea y permiten completar el puzzle comunicativo

En el experimento, los sujetos tenían que escuchar los sonidos “pa” o “ba” y “ta” o “da”. En ocasiones, cuando las sílabas contenían un sonido aspirado, como son “pa” y “ta” en inglés, que exigen que el hablante expulse una ráfaga de aire al pronunciarlas, aplicaban además una ráfaga de aire en el dorso de la mano o en el cuello de los participantes. Otras veces, ocurría lo contrario, se emitía una ráfaga de aire cuando escuchaban “ba” o “da” que son sonidos no aspirados en inglés.
Los investigadores descubrieron que cuando la ráfaga de aire coincidía con el sonido aspirado, los participantes identificaban mejor el sonido que escuchaban. Cuando la ráfaga iba acompañada de “ba” o “da”, la precisión disminuía.
Esto indica, en su opinión, que cuando uno escucha a otra persona hablar no sólo atiende a la información auditiva y visual, sino también, de forma inconsciente, a las "huellas táctiles" que ese discurso deja en la piel.
El “tacto auditivo” puede incluso confundirnos. Según muestran los experimentos de Gick, cuando un flujo de aire alcanza la piel del cuello y las manos de manera fortuita en el mismo momento en que el interlocutor está pronunciando sílabas que no producen ninguna corriente de aire (por ejemplo "ba" y "da"), el organismo suele confundir estas sílabas con las aspiradas ("pa" y "ta"). Esto implica que inconscientemente integramos la información sensorial táctil con los sonidos y la información visual (gestos, movimiento de labios, etc.) para descifrar lo que escuchamos.
En una investigación anterior, investigadores finlandeses realizaron un estudio de imágenes del cerebro con 13 sujetos. Descubrieron que el sentido del tacto activaba la corteza auditiva, que es la parte del cerebro responsable de la audición.
Al demostrar que el tacto puede influenciar la percepción del habla, el experimento plantea la posibilidad de que un sentido pueda utilizarse como sustituto de otro, y crear así nuevas formas de tratamiento para que las personas con discapacidad auditiva puedan oír. El investigador principal del estudio, el Dr. Bryan Gick, declaró que su equipo trabajará de ahora en adelante en el desarrollo de unos audífonos en los que incorporar estos descubrimientos:“Lo único que necesitamos es un aparato neumático que produzca ráfagas de aire dirigidas al cuello en el momento oportuno, de acuerdo con la entrada acústica en los audífonos, y después tendremos que realizar una serie de experimentos para probar su eficacia”.

 

 

En una investigación, realizada por científicos de la Universidad de British Columbia y el comité de expertos en investigaciones del habla de los Laboratorios Haskins en New Haven, Connecticut, se ha descubierto que pueden influir en lo que se escucha al aplicar ráfagas de aire en el dorso de la mano o en el cuello.


Una persona "oye" a través de la piel las pequeñas e inaudibles corrientes de aire creadas por su interlocutor al hablar, a pesar de que éstas pasan desapercibidas para el oído. Son las sílabas aspiradas (por ejemplo "pa" y "ta") las que crean esas corrientes de aire que llegan a la superficie cutánea y permiten completar el puzzle comunicativo


En el experimento, los sujetos tenían que escuchar los sonidos “pa” o “ba” y “ta” o “da”. En ocasiones, cuando las sílabas contenían un sonido aspirado, como son “pa” y “ta” en inglés, que exigen que el hablante expulse una ráfaga de aire al pronunciarlas, aplicaban además una ráfaga de aire en el dorso de la mano o en el cuello de los participantes. Otras veces, ocurría lo contrario, se emitía una ráfaga de aire cuando escuchaban “ba” o “da” que son sonidos no aspirados en inglés.


Los investigadores descubrieron que cuando la ráfaga de aire coincidía con el sonido aspirado, los participantes identificaban mejor el sonido que escuchaban. Cuando la ráfaga iba acompañada de “ba” o “da”, la precisión disminuía.

 

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Esto indica, en su opinión, que cuando uno escucha a otra persona hablar no sólo atiende a la información auditiva y visual, sino también, de forma inconsciente, a las
"huellas táctiles" que ese discurso deja en la piel.


El “tacto auditivo” puede incluso confundirnos. Según muestran los experimentos de Gick, cuando un flujo de aire alcanza la piel del cuello y las manos de manera fortuita en el mismo momento en que el interlocutor está pronunciando sílabas que no producen ninguna corriente de aire (por ejemplo "ba" y "da"), el organismo suele confundir estas sílabas con las aspiradas ("pa" y "ta"). Esto implica que inconscientemente integramos la información sensorial táctil con los sonidos y la información visual (gestos, movimiento de labios, etc.) para descifrar lo que escuchamos.


En una investigación anterior, investigadores finlandeses realizaron un estudio de imágenes del cerebro con 13 sujetos.
Descubrieron que el sentido del tacto activaba la corteza auditiva, que es la parte del cerebro responsable de la audición.


Al demostrar que el tacto puede influenciar la percepción del habla, el experimento plantea la posibilidad de que un sentido pueda utilizarse como sustituto de otro, y crear así nuevas formas de tratamiento para que las personas con discapacidad auditiva puedan oír. El investigador principal del estudio, el Dr. Bryan Gick, declaró que su equipo trabajará de ahora en adelante en el desarrollo de unos audífonos en los que incorporar estos descubrimientos: “Lo único que necesitamos es un aparato neumático que produzca ráfagas de aire dirigidas al cuello en el momento oportuno, de acuerdo con la entrada acústica en los audífonos, y después tendremos que realizar una serie de experimentos para probar su eficacia”.

 

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Preguntas frecuentes

¿Por qué la voz me suena diferente en una grabación?

El sonido puede llegar hasta el oído interno por dos sendas diferentes, que pueden, a su vez, afectar lo que percibimos. Los sonidos que el aire transmite son conducidos a través del canal auditivo externo, el tímpano y el oído medio hasta la cóclea, una espiral llena de liquido que se encuentra en el oído interno. En cambio, el sonido transmitido por vía ósea alcanza la cóclea directamente, a través de los tejidos de la cabeza.

Al hablar, la energía sonora se difunde por el aire que nos rodea y llega hasta la cóclea a través del oído externo, por conducción aérea. Pero el sonido también viaja directamente desde las cuerdas vocales y otras estructuras hasta la cóclea, y las propiedades mecánicas de la cabeza refuerzan las vibraciones de baja frecuencia, de tonos más graves. La voz que oímos cuando hablamos es la combinación del sonido transmitido por ambas vías. Cuando escuchamos una grabación de nuestra propia voz, se elimina la senda de conducción ósea, que nosotros consideramos parte de nuestra voz “normal”, y solamente oímos la componente transmitida por el aire, aisladamente, que no nos es familiar. Podemos experimentar el efecto inverso taponándonos los oídos, con lo que solamente oiremos las vibraciones conducidas por los huesos.

 Algunas personas sufren anomalías del oído interno, que intensifican tanto la sensibilidad al componente de transmisión interna, que el sonido de su propia respiración les resulta agobiante, y pueden llegar incluso a oír el movimiento de sus ojos en las órbitas.

 

Thimoty E. Hullar. Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, San Luis.
Articulo publicado en Investigación y Ciencia Nº 390

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